Quinta parte. El Sacramento del Altar o la Santa Cena

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PRIMERO

¿Qué es el sacramento del altar?

El sacramento del altar, instituido por Cristo mismo, es el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo, dados a cristianos con el pan y el vino para que los comamos y bebamos.

¿Dónde está escrito esto?

Así escriben los santos evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, y también San Pablo:

Nuestro Señor Jesucristo, la noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dio a sus discípulos, diciendo:
Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de mí.
Asimismo, tomó la copa, después de haber cenado, y habiendo dado gracias, la dio a ellos, diciendo:
Bebed de ella todos; esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros y por muchos para perdón de los pecados. Haced esto, todas las veces que bebiereis, en memoria de mí.

SEGUNDO

¿Qué beneficios confiere el comer y beber así?

Los beneficios son indicados por las palabras: por vosotros dado y por vosotros derramada para perdón de los pecados. O sea, por tales palabras recibimos en el sacramento perdón de pecados, vida y salvación; porque donde hay perdón de pecados, hay también vida y salvación.

TERCERO

¿Cómo puede este comer y beber corporal hacer cosas tan grandes?

Ciertamente, el comer y beber corporal no es lo que las hace, sino las palabras que dicen: por vosotros dado y por vosotros derramada para perdón de los pecados.

Estas palabras son, junto con el comer y el beber corporal, lo principal en el sacramento. Y el que cree dichas palabras, obtiene lo que ellas dicen y expresan; esto es: el perdón de los pecados.

CUARTO

¿Quién recibe este sacramento dignamente?

El ayuno y la preparación corporal son una buena disciplina externa; pero digno del sacramento y apto para recibirlo es quien tiene fe en las palabras:

por vosotros dado y por vosotros derramada para perdón de los pecados.

Mas el que no cree estas palabras o duda de ellas, no es digno ni apto; porque las palabras por vosotros exigen corazones enteramente creyentes.

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