La batalla cultural es una «disputa por los elementos de una cultura a través de las instituciones y dispositivos culturales», solemos afirmar. Esto incluye las normas, las costumbres, tradiciones, creencias, valores, historias, mitos, ritos, los modos del lenguaje.
Nosotros no actuamos al margen de nuestra cultura, todo lo contrario; por ende, controlar los elementos de la cultura significa impactar directamente en la conducta de las personas.
Estos cambios suceden gradualmente a través de los elementos de la cultura, como por ejemplo: colegios, universidades, medios de comunicación, redes sociales, iglesias, arte, música, series, etc. es ese el ámbito de la “batalla cultural”.
Para hablar de batalla cultural es necesaria, entonces, la presencia de tres elementos característicos:
Primero, el objeto de la batalla en cuestión es la definición de los elementos hegemónicos de una cultura. En ella no se lucha directamente por dominar un congreso, una empresa o un territorio por la vía militar, sino por dominar la cultura de una sociedad. Ahora bien, si la cultura es el fin de la batalla cultural, la cultura es al mismo tiempo su medio. Así, los medios a través de los que preponderantemente se desarrolla esta batalla están compuestos por las propias instituciones dedicadas a la producción y reproducción cultural de la sociedad (escuelas, universidades, iglesias, medios de comunicación, arte, órganos de propaganda del estado, fundaciones, ect.).
Segundo, debe producirse un conflicto de magnitud en torno a la cultura que otorgue sentido al término «batalla». No hay batalla sin conflicto: se da batalla precisamente porque se nos agrede o bien porque se nos ofrece resistencia. El conflicto puede darse en paridad de fuerzas relativas, o bien puede resultar arrollador contra una resistencia muy débil y efímera. Sin embargo, aunque débil y efímera, alguna condición siempre es condición necesaria de cualquier batalla.
Tercero, la noción de «batalla» incluye un necesario componente de consciencia. En efecto, las batallas se llevan adelante con arreglo a estrategias y tácticas; las batallas se planifican y se direccional racionalmente. Las batallas culturales se suelen emprender con el objeto de dirigir cosmovisiones organizadas de manera consciente, ideologías integrales y sistémicas, e ideas y valores articulados orgánicamente, que impactan a la postre sobre la cultura.
La batalla cultural está muy en la palestra y es necesario darla. La pregunta es: ¿entendemos lo que está en riesgo?
Como Cristianos comprometidos debemos ser enfáticos en defender la “teología sistemática clásica”, versus teologías como “la teología de la liberación” que es una aproximación clara al marxismo cultural, reduciendo el mensaje salvífico a una mera interpretación sociológica de la fe, la “teología de la prosperidad” que al buen estilo de algunas mega iglesias buscan comprar el milagro de Dios al buen estilo capitalista o por ejemplo la teología del genero que busca deformar la hermosa acción creadora de Dios cuando nos hizo a su imagen y semejanza varón y mujer.
Esta es una pequeña síntesis del tema del cual podríamos explayarnos mucho más, pero claramente debemos poner énfasis de la existencia de grupos minúsculos algunos de ellos ejerciendo una abierta militancia en nuestras Iglesias para imponer una contracultura frente al orden natural en nuestra fe ya consagrado hace muchos siglos.
Es por eso que al día de hoy están en riesgo los valores humanos fundamentales, la ruptura de familia tradicional, las libertades individuales, la cosmovisión cristiana tradicional, la verdad verdadera que la quieren presentar como multiplicidad de la misma, la sexualidad tradicional desvirtuada por conceptos que carecen de validez filosófica y teológica y otras tantas cosas que nos pretenden imponer al estilo del viejo sistema de Antonio Gramsci. Debemos estar preparados para la BATALLA.
Rev. Gabriel Miraz Piczaka